Por: Dra. Karolina Chinchilla Quesada. Enfermera

En nuestro país la profesión de enfermería, socialmente ha estado estereotipada a una profesión dependiente de la médica, y es solo hasta los últimos años, que a raíz del crecimiento del reconocimiento mundial de la profesión y el nacimiento de la enfermería de práctica avanzada que en otros países, prescribe recomendaciones medicamentosas y no medicamentosas y da atenciones en primer nivel, aumentando así la calidad de la atención primaria en salud, comenzando a visibilizar como profesión independiente. Sin embargo, en nuestro país, las consecuencias de una gestión política, que ha gobernado a favor de unos pocos, ha tendido a tecnificar la atención de enfermería en salud promoviendo la contratación de personal técnico, en lugar de apoyar el desarrollo de una disciplina que pueda investigar, para respaldar científicamente su accionar y profesionalizar cada vez más el cuidado.

Porque cuando hablamos de cuidado, su gestión es esencial, no es tan simple como que alguien realice una técnica estandarizada como en la industria, porque el cuerpo humano no es una materia prima, con iguales características siempre, tiene variaciones desde anatómicas, hasta espirituales, factores que se ven relacionados a los resultados de las atenciones en salud y se requiere de un profesional que pueda analizar las circunstancias particulares de cada individuo para la toma de las mejores decisiones en pro de su salud.  Esas gestiones del cuidado y de la salud en general son el campo de estudio de la Enfermería y aunque sea redundante es necesario en el contexto de salud nacional, recalcar que este debe estar a cargo de la Enfermería profesional.

Ahora bien, si consideramos que alrededor del 90 por ciento de las personas profesionales son mujeres, el beneficio de nuestra profesión causaría indirectamente repercusiones sociales en todos los ámbitos y esto ya está ampliamente demostrado. Pero las percepciones y estereotipos sociales, no solo nos alcanzan a nivel profesional, sino de género; ejercemos el cuidado en una sociedad que ya de por sí es indiferente al valor y al trabajo de la mujer y supongo que parte del hecho de que no tengamos hasta hoy el nivel de liderazgo y la capacidad de resiliencia y empoderamiento, tiene su grado de justificación social con respeto a lo cultural, y a la oposición que eso representaría, a lo que se espera de las mujeres en la sociedad. Pero es hora de romper moldes, tanto sociales como políticos y demostrar que invertir en enfermería no solo en invertir en salud, es invertir en mujeres, en hogares, en capacidades, en mejorar la economía, la infancia y muchas mejoras más.

En este año, declarado por la OMS el año internacional en la Enfermería, es necesario que los políticos entiendan que la participación de la Enfermería en la gorbernanza de las políticas de salud es garantía de mejora en todos los ámbitos nacionales. La Enfermería debe reconocerse como disciplina y es necesario lograr espacios en políticas públicas, para que podamos gestionar el cuidado y las atenciones en salud, con enfoque humanitario y con un ambiente de respeto a los derechos humanos, como solo nosotros lo sabemos hacer y dar un aporte a la labor inter y multi disciplinaria, que se requiere para tener políticas públicas en salud, que de verdad sean inversiones y no gastos.

Una perspectiva política con equidad en salud requiere, primero, el reconocimiento profesional y un primer paso sería, que las tomas de decisiones en salud reconozcan que el ratio enfermera – paciente ( Enfermera profesional aunque ya mencioné que es redundante, pero en nuestro contexto social de promoción de la tecnificación se hace necesario aclararlo), no solo como garante de la seguridad ocupacional y laboral en una profesión, cuyo ejercicio es altamente desgastante, física y psicológicamente, sino como clave en la seguridad de la calidad de las atenciones a los usuarios, de nuestros servicios. La atención profesional disminuye el riesgo y aumenta la seguridad del paciente y, por lo tanto, mejora todos los indicadores de calidad en salud.

El compromiso nacional debe ser de inversión en enfermería y de inserción de la profesión, en la formulación de política pública en salud, como estrategia inequívoca de obtención de resultados positivos, no solo en el ámbito sanitario, sino socioeconómico en general.

En el contexto actual de la pandemia, por COVID19, hemos demostrado la importancia de nuestra profesión en uno de los ejes de acción profesional, que es el cuidado directo, pero tenemos que demostrar que crear espacios en enfermería también para la investigación, la educación y la gestión de procesos de salud en general, es esencial para que nuestro país sea un ejemplo, en Centroamérica y en general de Latinoamérica.

La creación de espacios de enfermería para cuidado directo, mejorando el ratio enfermera paciente, la creación de plazas en escuelas y colegios,  la necesidad de la enfermería en el ámbito laboral y empresarial, en el de salud mental y en todos los espacios en general, es esencial para que nuestra población tenga una atención integral y dejemos atrás el modelo biomédico de salud enfermedad, que ha llevado de la mano la derecha neoliberal de nuestro país y que solo ha causado el declive que vemos hoy en el sistema nacional de salud, sistema que no solo debe seguir siendo público, sino con atenciones de calidad. La tercerización de los servicios y la privatización de las atenciones en salud solo benefician a un sector social minoritario, pero nuestro país ha sido solidario y no ha puesto precio a la salud, dándole el valor al derecho humano de la vida. En el momento en que permitamos la mercantilización del acceso a la salud, será nuestro declive social y moral.

Invertir en salud siempre ha sido el secreto para que nuestro país tenga índices de primer mundo, y la inversión en enfermería y en especial en el primer nivel de atención, sería una garantía de que esos índices se puedan mejorar y podríamos ser ejemplo mundial, pero para eso tenemos que superar la coyuntura social actual y defender al Estado, no por intención de que vuelva a ser benefactor como piensan muchos, sino porque solo manteniendo el servicio público podemos garantizar que sea solidario, universal y que respete los derechos humanos de todos y todas, independientemente de nuestra condición socioeconómica, y para eso es clave dar espacios políticos a las personas y las profesiones adecuadas, que sepan darle un balance humano, justo y equitativo a las acciones públicas, de forma que los beneficios del dinero del Estado sigan siendo para todos y todas por igual.

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