Por: Dra. María Gabriela Alpízar Portilla.
En los últimos tiempos ha venido creciendo el debate y la investigación relacionada con la seguridad de la persona usuaria en los distintos niveles de atención. Es un tema que tiene muchas aristas y que en ocasiones se torna, incluso, filosófica. Pero la realidad es que todos los profesionales de la salud estamos llamados a garantizar la más alta calidad de atención a las personas usuarias, dentro de las posibilidades que tenemos, en cada sistema.
La seguridad de la persona usuaria ha sido definida por múltiples teóricos, pero en mi caso me agrada definirla como la garantía que le brindamos a la persona de disminuir los riesgos y situaciones adversas en una condición de vulnerabilidad; pero, ante todo la seguridad de la persona usuaria, debe definirse como un derecho derivado de la protección a la vida, la cual está expresamente manifiesta en nuestra constitución política.
Las y los profesionales de Enfermería somos claves en garantizar esa protección de los derechos de las personas usuarias, ya que somos quienes generalmente tenemos mayor contacto y comunicación, y dichosamente confianza con las personas que día a día atendemos. Uno de los principales retos que tenemos como profesionales, aparte de garantizar una atención adecuada es denunciar, hablar, comunicar cuando se presenta un evento adverso o se expone por distintas razones a la persona. Debería de empezarse por realizar de forma constante un autoanálisis que permite conocer en equipo aquellos elementos que están muy bien pero mayormente aquellos factores que podemos mejorar. Visualizar estas situaciones como oportunidades de aprendizaje y de prevención activas, son claves para que nos alejemos de la cultura del miedo y la persecución, especialmente en los casos en los que los profesionales levantan la voz y señalan los errores cometidos.
Más allá de todo esto deberíamos poner más atención a la seguridad del paciente porque somos seres humanos, y tenemos derecho a conservar la dignidad humana en las situaciones en las que somos más vulnerables como cuando estamos ante un quebranto de salud.
Con esto no sólo quiero poner el tema en la mesa de discusión y reflexión de cada profesional de la salud; si no también de las instituciones que ponderan los costos a la calidad. ¿Se le puede poner un precio a la garantía de la calidad y a la dignidad humana? Pienso que no. Y muchos estudios ya han demostrado que la cantidad de recurso humano adecuado disminuye los reingresos, las complicaciones, las infecciones intrahospitalarias, la duración de la recuperación entre otros.
El llamado hoy, es que enfermeros y enfermeras del país hagamos la diferencia y comuniquemos lo que está pasando, tengamos una actitud preventiva y ante todo, HUMANA.